Abro un ojo; luego otro. Todo me da vueltas.
A mi lado hay un joven, un hombre a juzgar por su olor.
Algo hemos hecho. Trato de recordar qué ha sucedido.
Mientras efectúo el reconocimiento visual pertinente: nada encaja.
Ese mueble no es mío, la mesilla es demasiado baja y no muestra
los varios tomos siniestros que suelo depositar en ella.
La luz que se adivina por entre las rendijas de la ventana
viene del lado equivocado. No, no es mi casa.
No sé por qué me ha costado tanto darme cuenta.
Pero me giro hacia ella y descubro que es hermoso.
El rostro que se adivina por entre los cabellos que se derraman
por la almohada es divino, magno y delirante, demasiado para mi merecimiento.
Quizá he estado buscándolo toda la vida.
Tomo su mejilla y empujo hacia mí, para darle la vuelta
y poder contemplarlo en toda su belleza; mientras trato de recordar
qué me unió a el, cuándo me di cuenta de que no podría continuar
viviendo sin su presencia, y una sustancia fría se derrama blanda
sobre el dorso de mi mano. Su cerebro. Sus ideas. Su amor.
Entonces recuerdo por qué lo maté.
Publicado por GISSCUD en este blog: http://amanteydemente.blogspot.com/
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